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Capítulo III (Origen de los prejuicios..., parte 2)



 En una de sus historias trágicas, François de Belleforest, hablando de una desdichada dama de Agen con la cual los viciosos se habían permitido hasta los últimos excesos, poniendo en duda una de las enormidades por las que se había puesto en juicio que ella hubiera sido la víctima, dice: "Menos todavía doy fe yo a los que digan que fue conducida a la leprosería que se encuentra fuera de la ciudad para satisfacer la lujuria de los leprosos (que son, se dice, extremadamente afectos a esta villanía) y que ellos abusaron, etc. " ( "sexto tomo de Historias trágicas", Lyon , 1583, petit in-12; pág. 517) .

 En una de sus "Novelle", el monje Bandello recuerda que una dama veneciana, queriendo poner a prueba si todo lo que se decía de las prodigiosas facultades de los leprosos era cierto, se disfrazó, yendo a pasar una noche con uno de ellos, y que poco después ella murió de las consecuencias de la prueba (Historia literaria de Francia, tomo XIX, pág. 698, en una nota. Hemos citado este pasaje tal como lo hizo el Sr. Amaury Duval, que no podía dejar de haberlo leído en alguna edición de Bandello, y que, por su honor de sabio, habría debido decirlo. En el cuento que forma parte de "Raccolta de Novellieri italiani" (Milán, 1813, in 12) se lee, vol. III de esta colección, pág 34-41, un cuento que lleva el nro. XXXVII y el sumario: "Una bella mujer conoce carnalmente a un leproso y al marido lo dice, que se contenta que con otros hombres se una". El título mismo de este cuento prueba que el fin de la historia no es tan trágico  como  el Sr. Amaury-Duval supuso; porque la "donna" de quien se trata, lejos de morir a consecuencia de la prueba, se hace curar homeopáticamente [N.T: La cura que designaron los médicos para el frenesí amatorio de la mujer fue que tuviese relaciones carnales con todos los hombres que pudiese durante tres o cuatro meses todos los días, cura que el marido se avino a recomendar a su mujer y que ésta puso en práctica; "Novelle"  de Bandello XXXVII, ambientada en Ruán, Normandía]  y el bonachón predestinado, su marido, consiente por miedo a perder a su Lucrecia. ("Il povero geloso che non poteva sofferire che altri guardasse la moglie, si contentó ch'ella, a quanti voleva, facesse di se copia" ).

 No parece, sin embargo, que las cosas llegasen siempre a ese punto; porque Guillaume Bouchet, que hablaba de la "calor extraña" de los leprosos en tales términos que yo me guardaré bien de repetir, añade que " Muchas mujeres que habían tenido amores con leprosos, deseaban que sus maridos lo fuesen" ("Tercer libro de las "serées", Guillaume Bouchet, 36ª velada, págs 518-519).

 Veamos entretanto lo que dijo un hombre más competente,  a este respecto, que el trovador y los dos cuentistas. Véase como se expresa Ambroise Paré, del que creemos deber conservar el lenguaje crudamente científico:

 "Los leprosos desean grandemente el coito, principalmente aquellos cuya enfermedad está en sus comienzos y estadio ("El estadio es cuando los miembros se comienzan a ulcerar"), porque ellos sienten un calor grande y extraño en el interior de su cuerpo, y por tanto arden en deseo de la dama Venus: Pero tal deseo les es muy contrario, porque por el mismo los espíritus y calor natural se resuelven, la calor extraña aumenta mucho y el ardor avanza."
 (Obras completas de Ambroise Paré , tomo III, pág. 273, col. 1. Véase otro pasaje que no es más que la reproducción del anterior en el capítulo X, pág. 278, col. 2).

 Otro cirujano, no menos versado que Paré en la materia, dijo poco menos que lo mismo. Luego de haber invocado la autoridad de Galien, Guillaume des Innocens añade:
 " Y verdaderamente tenía razón de parangonar a los leprosos con los sátiros, en tanto que ellos se parecen, no solamente en el aspecto horrible y forma de la cara . Sino además (y mayormente) en la erección de sus partes genitales y en la salacidad y el picante calor , procedente del humor vivo y flatulento que estimula y satura los vasos espermáticos por su vapor, y los miembros de la procreación en los leprosos. "
(" Ex. des Eleph... " cap. XI, pág 86. La medicina moderna considera que la lepra provoca un resultado totalmente opuesto. Véanse estos detalles en "Compendio práctico de las enfermedades de la piel", por los señores Alphée Caxenave y H. E. Schedel, etc. París, 1833, pág. 352; en el "Diccionario de Medicina", 2ª edición, tomo XI, París , 1835, pág. 254 y en el "Compendio de Medicina", tom. III (1840), art. "Elefantiasis". Véase también  "Instrucción médico-legal sobre la lepra", citada en la "Disertación medico-histórica sobre la elefancia... traducida del francés" (del Sr. Raymond), Madrid, 1786, "notas últimas del traductor por vía de apéndice." pág. 18. Sin embargo no hay que ir muy lejos para encontrar la opinión contraria; será suficiente para ello ir a la página 17 y leer las páginas 18-20 de lo que dice Antonio de Ulloa de los leprosos de Cartagena [N.T: Colombia], en su "Viaje Histórico de la América Meridional", tomo 1, cap. V).


 Por si no fuese suficiente la acusación de lujuria contra los cagots, se le añadía, si se ha de creer a un escritor alemán, la imputación de un vicio horrible, cuya existencia había justificado completamente la repulsión que inspiraban (" En la Edad Media  los excluidos de la sociedad humana, como los detestados pederastas y los herejes malditos, debían llevar un distintivo  rojo de tela o cáscara de huevo en la ropa", "Conversations- Lexikon", 9ª edición, Leipzig, 1843, tom. III, pág. 109, artículo "cagots" [N. T: Aquí se supone que el autor, con el término "eierschale", se refiere a una forma ovalada y no propiamente a una cáscara de huevo. Sin embargo se prefirió dejarlo así porque la simbología y significados de la misma pueden jugar un papel importante en el caso que se trata]). Pero era verdad que estuviesen sujetos a él? Por lamentables que fuesen los rumores que, como hemos visto, circulaban en Gourdan a cuenta de los capots o trangots (Véase lo dicho en este libro en Lugares habitados por los cagots (1) ), nos negamos a considerar a estes desdichados como culpables del crimen de lesa natura, que no les atribuye en ningún lado ningún documento ni antiguo escrito. Preferimos creer que igual que los cagots debían su reputación de leprosos, como demostraremos más tarde, al empleo de una palabra en doble sentido, la acusación de que tratamos viene del nombre de heréticos que se les dió, y que antiguamente tenía al menos dos significados ( Véase el glosario de Du Cange, en la palabra "Bulgari", edición de 1733, col. 1338 y 1330 y el "Glosario de la lengua romance" tomo 1, pág 194. [N.T: El autor se refiere aquí a los homosexuales, que antiguamente eran llamados simplemente herejes, atribuyendo a quienes discrepaban de la doctrina católica, costumbres e inclinaciones que contribuían a su descrédito social con la confusión de términos. El término "bulgari" se aplicaba a los homosexuales también, porque se decía que los soldados búlgaros sodomizaban a sus prisioneros. Fue la Iglesia quien, para ridiculizar a lo que ella consideraba herejía bogomila, originada en Bulgaria y antecesora de los albigenses, intencionadamente confundía  "búlgaro", "hereje" y "homosexual"  en su literatura. La palabra derivó en castellano en "bujarrón" o "bugarrón" en el Caribe hispanohablante y España] ), como otra palabra de la que hemos cuidado imprimir la primera letra [N.T: El autor cita aquí un "Fabliaux" o cuento en versos, relativo a los homosexuales donde se les llama herejes: " Du sot Chevalier", versos. 137, 145, y 294. "Fabliaux et Contes", París 1808, in-8; tomo IV, pág 259, 260 y 264; además de otro  de "Le Romancero françois...", París, 1833; págs 108 y 109. La palabra no totalmente dicha es "foutu", que tiene una acepción sexual y otra que no lo es; como "jodido" en castellano].

 Esta imputación no tenía nada en común con los leprosos , a quienes nadie acusó jamás de errar en la fe, sino de estar inflamados de lujuria.

 Por lo demás esta opinión no era la única que perseguía a estos infortunados, tal como los cagots; éstos compartían también con los leprosos la reputación de ser astutos, trapaceros y sobre todo propensos a arrojarse sobre las personas sanas. Escuchemos aún, sobre este punto, al cirujano des Innocens:
"El segundo signo equívoco concierne a los rosetones, los cuales siguen habitualmente a la temperatura y composición del cuerpo según Galen, en un librito a propósito y en otras partes. Ahora, en la medida en que el humor predominante es atrabiliario, adusto, acompañado de alguna mala cualidad virulenta, está más oculto e invisible que manifiesto a nuestros sentidos,  afectando la cabeza por su ebullición:  De ahí viene que los sueños de los leprosos, no son solamente pavorosos y espantables (como será dicho) sino que incluso todas sus acciones ( o la mayor parte) despiertos  no son más que astucias, engaños y deslealtades. Lo cual es la causa por la que muy a menudo se arrojan maliciosamente sobre la gente sana: tanto con el fin de que se considere que no tienen ninguna tacha de este mal sobre ellos, como por esa misma maldad que les acompaña, por la cual ellos piensan estar menos afrentados y trabajados por su mal, cuanto  más se comuniquen con las personas sanas, a las cuales ellos pasan (en su opinión) y reparten su contagio venenoso. Sin embargo no se dejan de ver iguales o peores perfidias, habilidades y deslealtades en multitud de otras personas sanas" (Examen de los elefánticos y los leprosos, capítulo X, titulado: " De los signos de la lepra y primeramente de los equívocos" , pág. 75 y 76).


 Antes de Innocens, A. Paré había dicho: " Y verdaderamente el temperamento de los leprosos es muy parecido al del gato, resabiado, seco y melancólico, como también sus costumbres, en las que son maliciosos como ellos".  ("De la petit ver. et lepre", cap. X. Obras completas, tomo III , pág. 275, col 2). Luego, desarrollando esta frase, añadió: "Para el décimo-séptimo (signo que muestra que la lepra está confirmada ), ponemos que ellos son casi todos taimados, engañosos y furibundos, en el comienzo y prosecución de su enfermedad, por razón de la adustion de sus humores, a la cual además la sequedad sirve de aguijón: pero en el estado de declinación de la enfermedad ( La declinación es cuando la cara es horrorosa a la vista , cuando las extremidades de los dedos se caen y entonces los signos son públicamente visibles y reconocibles en cada uno), se vuelven cautelosos, engañosos y desconfiados, debido a que son desconfiados de sí mismos, por la melancolía que, fría y seca, les hace ineptos para ejecutar cualquier cosa, sea de cuerpo o de espíritu: de donde viene que teman a todas las cosas, incluso las más aseguradas, procurando siempre prevenir y suplir por malicia lo que ellos sienten desfallecer de espíritu y habilidad: que es la misma causa por la que las personas viejas, los enfermos y las mujeres están sobre todos sujetos a tales vicios" (Pág. 278 , col. 1. Guy de Chauliac, estableciendo dieciseis signos equívocos de lepra, dijo para el duodécimo que los leprosos "son agudos y engañosos, furiosos y  quieren ingerir mucho sobre el pueblo", Tratado VI, pág. 310, edición de 1572. Véase también el "Lilium Medecinae ", pág. 97).

 Otro rasgo de carácter que la tradición achaca a los cagots , al menos a aquellos del País Vasco (Ver en Lugares habitados por cagots (5), distrito de Bayona), es la de ser presuntuosos y habladores. Merecen ellos esta reputación? Eso no lo sabría decir; no obtante lo dudo. En último extremo, la existencia de un defecto tal entre los desdichados expuestos a humillaciones continuas , puede explicarse por el espíritu de reacción  que mantienen entre ellos, por la preocupación constante en que deben estar para buscar realzarse en la opinión; pero a esta imputación le supongo otra causa. En vasco, presuntuoso se dice "goitia" y presunción "goitardea" (Diccionario trilingüe, tomo II, pág 193, col 2):  la primera de estas dos palabras se acerca bastante al nombre de los godos que servía para designar a los cagots entre los vascos y no me asombraría en absoluto que éstos hubiesen extendido a las cosas el reporte que habían cogido entre las palabras, atribuyendo al fondo aquello que pertenecía a la forma (En euskera [N. T: En el original dice "escuara". A excepción de este y algunos otros errores que puedan llevar a confusión, se ha preferido siempre, a lo largo de toda esta obra, repetir la palabra exacta que usa el autor, aunque no esté bien escrita] un Godo se dice no solamente "Agota", sino también "Gota", plural "Gotac". Véase un ejemplo tomado de una tragedia vasca de Clovis que poseo:
"
Multitud de combates tuvieron lugar, y rudos además;
pero finalmente con Clovis a la cabeza (de sus tropas)
tomaron Poitiers y las montañas de los Pirineos, que
estaban infectadas por esta maligna herejía.
Fue entonces cuando fueron limpiadas apropiadamente
y los godos (gotaq) fueron detenidos rindiéndose en poder de los católicos.
Pero, como no permanecemos en este mundo por siempre,
Clovis y San Severino murieron poco después.
" Primer prólogo, v. 57
) .

   La última y más grave de las principales acusaciones imputadas por el pueblo contra los cagots  y los caqueux era mantener tratos con el espíritu del mal y puede ser que en ello se deba buscar la explicación de una costumbre que hemos visto que se practicaba con respecto a ellos (Véase en este libro Lugares habitados por los cagots (4) (cantón de Pau, párrafo final))( Se leen en la confesión de Loys Gaufridy, sacerdote,  quemado en Aix por fallo del parlamento de Provenza, por magia y brujería, el último de Abril de 1611, los pasajes siguientes:
"Confieso que en la ofrenda del pan, tomaba ordinariamente el mendrugo de abajo".
"Confieso que consagraba muchas cortezas y tajadas para dar a los asistentes, y cuando no había bastantes mendrugos de abajo tomaba de los de arriba".
"Confieso como elevaba el mendrugo ofrendado, cada uno renegando de Dios en alto y gritando "Maestro, ayúdanos" dirigido a Lucifer y otros diablos". Véase "La continuation du Mercure françois", etc. París, 1615 folio 22
). Ésta imputación les era común con los leprosos. Bouchet diciendo "que la prueba más verídica para saber si un hombre es leproso, es meterle un punzón profundamente por la planta de los pies, porque es seguro que será fuertemente leproso si no lo siente"("Verdaderamente me he hallado a menudo en la prueba de leprosos y , entre todos los signos de ser resaltados, hay uno muy común, y es que pinchándoles con un alfiler bastante grueso y largo en el gran tendón que se fija en el talón, que es sensible sobre los demás y viendo que ellos no sentían nada, aunque hubiese profundizado con la aguja fuertemente, yo concluía que verdaderamente eran leprosos". "Obras completas de Ambroise Paré", tomo III, pág. 277, col. 2), añade: " Y también fue dicho por uno de la velada que si esta prueba era verdadera, que los diablos convertían en leprosos a todos los que se entregaban a ellos, todos los brujos eran leprosos de 24 quilates: porque, decía él, Bodin [N.T: Jean Bodin, jurista y filósofo de Angers, autor del libro "De la Demonomanía de los Brujos", Toulouse, 1580 ]   asegura que los diablos marcan a los suyos, para obligarlos a ellos por este medio, como por un sacramento: y que en esta marca se podría meter toda una gran aguja, o cualquier otro hierro puntiagudo, sin que sientan nada, siendo un medio para los magistrados de inculpar a los brujos tan bueno como para los leprosos" (tratado libro de las sobremesas (des Serees) , pág 526) .


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