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Los Marrans del Auvergne, parte 5

 

    Tocaba entonces el turno a los otros cinco reinos de Murcia, Granada, Jaén, Córdoba y Sevilla. A fines del mes de Octubre del mismo año 1609, D. Juan de Mendoça, marqués de San Germán, se presentó, por orden del rey, en Sevilla y tomó las convenientes medidas para la perfecta ejecución del edicto real que debía tener lugar. Cuando todo estuvo listo, la disposición fue emitida en Madrid, el 9 de Diciembre de 1609, y enviada al marqués de San Germán. Este la hizo publicar en Sevilla , el 12 de Enero de 1610 (se puede leer ese edicto, traducido en latín, en el "Tractatus Quartus Defensionis Fidei de Justa Morischorum ab Hispania Expulsione", p. 518-523; y en francés en la "Continuation du Mercure François", año. 1610, fol. 5 a fol. 8.), luego de reducir a veinte, para los moriscos de Sevilla y jurisdicción, los treinta días que el rey concedía a los desterrados para " disponer de sus bienes, muebles y cosas mobiliarias, y cambiarlos, no en moneda o plata, joyas ni letras de cambio, sino en mercancías que no estén prohibidas, obtenidas de los naturales de estes reinos y no de otros, o en frutos de dichos reinos". El marqués daba por motivos para esta reducción de diez días la proximidad de Sevilla , donde los Moriscos debían embarcar " y ciertas otras causas justas, importando al servicio de Su Majestad". Por lo demás, los exiliados podían elegir el país a donde querían ir, y llevar con ellos todos sus hijos, cualquiera fuese la edad de aquellos, si decían querer ir a países sumisos a la autoridad de la Santa Sede; respecto de aquellos que fletasen navíos para la Berbería o para los países musulmanes, el rey había ordenado quitarles los hijos de menos de siete años: así gran número de Moriscos, para no ser privados de los suyos, fingieron querer ir a Francia o Italia y una vez en alta mar trataron con los pilotos y matalotes el ser llevados a costas de África. Otros esperaban vender ventajosamente las mercancías por las cuales habían cambiado su patrimonio, se pusieron en ruta hacia Francia e Italia, de donde debían pasar seguidamente al reino de Túnez y a otras partes de África.

     Diez días antes de publicar el edicto del rey en Sevilla, es decir el 2 de Enero de 1610, se había publicado uno parecido por medio de pregoneros en todos los lugares de las dos Castillas donde había Moriscos; habiendo aprendido, decía el rey, que aquellos de estas dos provincias, con la noticia de la expulsión de los Moriscos de Valencia y el temor de correr la misma suerte, desvirtuaban sus bienes y los vendían a vil precio, les concedía a todos y cada uno de ellos la facultad , si querían abandonar España, de hacerlo con toda libertad en el espacio de un mes, proveído que no pasasen en absoluto por los reinos de Andalucía, Granada, Murcia, Valencia o Aragón, sino por Vizcaya, para ir a Francia y por mar. En cuanto a sus bienes, eran tratados como los Moriscos andaluces.

    A esta nueva, la mayor parte de aquellos que eran ricos se pusieron en camino para Francia cargados de mercancías, seguidos de una muchedumbre de otros, a pesar de la oposición que se manifestó en contra de su paso por la frontera (se lee lo que sigue en el registro de las deliberaciones de la asamblea de ediles de Bayona [N.T: En el original "jurade", asamblea de jurados, donde los primeros jurados de cada localidad se reunían para deliberar sobre los intereses comunes de la región, valle o ayuntamiento]: 12 de Febrero de 1610.- Sobre  la exposición del lugarteniente (Sr. de Sensac, lugarteniente del Sr. de Grammont, gobernador de la villa de Bayona) en la alcaldía , de un aviso del Sr. embajador de Francia del paso de los Moriscos, la corporación de la villa, encomienda al Sr. lugarteniente, dos escabinos [N.T: Jurado  para policía y justicia, o baile] y el síndico para advertir al Sr. de Sensac del paso de los Moriscos, a fin de que detenga su paso, si hacerse puede".). Como habían sufrido pérdida de sus haberes, obtuvieron del rey, mediante el abandono de una parte de su plata, el llevar el resto con ellos; y como el rigor del invierno impedía a un gran número de ellos el pasar las montañas, el rey les concedió el permiso de permanecer en España hasta nueva orden.

      Finalmente Felipe III emitió en Aranda, el 10 de Julio de 1610, un edicto por el cual ordenaba a los Moriscos de las dos Castillas, de la Mancha y de Extremadura, salir de España en los dos meses que siguieran a la publicación de la ordenanza ( De Justa Morischorum ab Hispania Expulsione, p. 524, 525. El texto del edicto se encuentra un poco después , pág. 607-612. En su Bibl. Hisp. Nova, t. III, p. 325, Nic. Antonio señala en estos términos una obra sobre la expulsión de los Moriscos de Ávila, que parece no haber visto jamás: "VINCENTIUS GONZALEZ ALVAREZ, Abulensis, stilo signavit popularibus suis ut audio:      "La Expulsión de los Moriscos de Avila".
      Hay, sobre la expulsión de los Moriscos de Castilla, una obra titulada: "Prodición y Destierro de los Moriscos de Castilla hasta el Valle de Ricote. Con las disensiones de los hermanos Xarifes , y presa en Berbería de la fuerza y puerto de Alharachea", por Fr. Marcos de Guadalajara y Xavier, religioso y general Historiador de la
Orden de Nuestra Señora del Carmen. Año de 1614, Pamplona. La "Prodición , etc". tiene 17 capítulos , y la "Presa" ocupa otros doce separados. El mismo autor compuso igualmente, sobre el mismo acontecimiento , otra obra titulada : "Memorable expulsión y justíssimo Destierro de los Moriscos de España, etc.", año 1613, Pamplona en un volumen de 164 hojas y ocho de preliminares. Se halla ahí adjunto el "Diálogo de Consuelo por la Expulsión de los Moriscos de España", compuesto y ordenado por Juan Ripol, Ciudadano de Çaragoça y Escrivano de Mandamiento de su Magestad, en el Reyno de Aragón. Repartido en nueve Paragraphos. Año 1613. En Pamplona, por Nic. de Assiayn, 23 hojas y una de título. ).

     Los de Aragón, estando más cerca de la frontera de Francia, no
tenían necesidad más que de tres días para alcanzarla. El rey, resolvió tratarlos como a los otros, habiendo, a este efecto, escrito desde Valladolid el 17 de Abril de 1610, cartas a Don Gastón de Moncada, marqués de Aytona, virrey de Aragón, que el 29 de Mayo siguiente hizo publicar la orden de expulsión que ellas contenían (Véase el texto de la ordenanza en cuestión , siguiendo a Defensie Fidei, pág 602-606.).

    El mismo día , el virrey de Cataluña, Don Héctor Pignatello, duque de Monteleon, hacía proclamar uno semejante a son de trompa  por las calles de Barcelona. En él ordenaba a los Moriscos catalanes abandonar el principado en los tres días siguientes a su publicación (Este bando, en catalán, se encuentra luego de la obra mencionada más arriba, págs-612-618).
   
    Así se cumplió una de las medidas más funestas que consejeros imprudentes y beatos pudieran proponer a un rey. No hay que creer, sin embargo, que sus contemporáneos la considerasen como tal: con la nueva de la orden que condenaba al exilio a los descendientes de los conquistadores de España, todos los cristianos viejos de este miserable país prorrumpieron en gritos de alegría y, cumplida esta orden, lo celebraron a porfía, sea con poemas, sea con panegíricos (La primera obra compuesta sobre este acontecimiento es el poema de Don Gaspar de Aguilar, de Valencia, que cita Bleda (De Justa Morisch. Exp. , 563), del que Nic. Antonio da el título así:" Expulsion de los Moriscos de España por el Rey D. Felipe III", en octavas. Valentiae, 1610. 8. " Bibl. Hisp. nova, t. I, pág 517, col. 2.
     Encontramos luego el tratado del dominico F. Damián de Fonseca, del que vemos el título: " Del Giusto Scacciamento de Moreschi da Spagna Libri sei..."traslati dalla lingua spagnuola nell'italiana dal sig. Cosimo Gai. In Roma , anno 1611, de 374 páginas , más 12 de premilinares y 8 de índice. Al año siguiente, el original español apareció con este título: "Justa Expulsión de los Moriscos de España: con la Instrucción , Apostasía , y Traición dellos: Y Respuesta à las dudas que se ofrecieron acerca desta materia". Del M. F. Damián Fonseca de la Orden de los Predicadores de la Provincia de Aragón, Compañero del Reverendísimo P. Maestro del sacro Palacio, etc. En Roma 1612, en 478 páginas, más 16 de preliminares y 10 de índice. 

     El mismo año apareció otro poema, de Juan Méndez de Vasconzelos, titulado : "Liga deshecha por la expulsión de los Moriscos", 1612, de 207 hojas , más 12 de preliminares. Este poema está en 17 cantos en versos endecasílabos y en octosílabos.
     Hay también un libro del mismo año que tiene por título: "Expulsión justificada de los Moriscos españoles, y suma de las excellencias Christianas de nuestro Rey Don Felipe el Catholico Tercero deste nombre". Dividida en dos partes. Compuesta por Pedro Aznar Cardona Licenciado Theologo, etc. En Huesca, 1612, de 152 páginas más 16 de preliminares . Se lee al final de la hoja 158: "
En la tercera parte saldrá el escombro de Granada. "
     Como remarca Nicolás Antonio, en su Bibl. Hisp. nova, tomo I, pág. 568, col 1, este libro, aunque haya aparecido con el nombre de Pedro Aznar Cardona, es de F. Gerónimo Aznar y Embie Cardona, su tío; el editor lo indica en su epístola dedicatoria.

     Citemos aún el "Discurso de la expulsión de los Moriscos", por F. Blasio Verdu, de Valencia, del que se halla la indicación en la Bibl. Hisp. nova, t. I, pág 230, col. 2; y un "Memorial contra los Moriscos y el memorial de Don Gómez de Ávila , y otro que toca à lo mismo", fol. 119, t. III, de una miscelánea de manuscritos cuyo catálogo se encuentra en el "Museo o Biblioteca selecta del Excmo. Sr. Don Pedro Núñez de Guzmán, marqués de Montealegre y de Quintana", etc. Escrita por el licenciado don Joseph Maldonado y Pardo, abogado de los Reales Consejos. Madrid, Año 1677, fol. 167. El tomo 25 de la misma colección contiene un artículo presentado así en el catálogo: "Tocante al expolio de los Moriscos". Véase el folio 181. ).

      Podría ser este el lugar de decir cómo fueron acogidos en el país de sus ancestros, qué lugar se les hizo, o qué fusión se realizó entre ellos y los indígenas; pero aparte de que esta parte de la historia de los Moriscos es extraña al límite que hemos puesto, faltan detalles para reconstruirla, las relaciones de la época no se ocuparon más de ellos fuera de Europa. Una de ellas, es verdad, dice de ello algunas palabras; pero es para mostrarnos las represalias que  ejercían o intentaban ejercer sobre los cristianos ( Véase el "Tercer Tomo del Mercurio Francés", París, 1616; págs 17 y 18, año 1612 ( Un capuchino en Túnez lapidado y quemado por los Moriscos [Granadinos]) y pág. 27, mismo autor (Los Moriscos Granadinos echan a los Judíos de Pera.- El embajador de Francia en Constantinopla impide a los Moriscos echar a los Cristianos)). Otro historiador refiere también que " Estes miserables se refugiaron en parte en el reino de Fez y de Marruecos, donde eran considerados cristianos por los infieles, fueron despojados de sus bienes, algunos muertos y otros rechazados por las gentes de este reino; " pero d'Aigrefeuille, de quien es este pasaje, no tendría suficiente autoridad en esta circunstancia, siendo muy posterior al evento que refiere ( "Historia de la ciudad de Montpellier, desde su origen a nuestros días", Montpellier, 1787, lib. XVII, p. 647, año 1609. ).

    En el curso del año 1610, llegan y entran en Francia, en varias ocasiones, tanto  por mar como por tierra, más de ciento cincuenta mil Moriscos. De los primeros que llegaron a los puertos de Provenza , unos pasaron felizmente a África (Ruffi relata en estos términos la llegada y estancia en Marsella de estes proscritos, que el designa bajo el nombre de "Granadinos": " El mismo año (1610) dos bajeles flamencos llegaron a las islas de Marsella, cargados de miles de granadinos, tanto hombres como mujeres y niños, embarcaron en Sevilla por mandato del rey de España que los había expulsado de sus estados, uno de estos bajeles naufragó luego de su desembarco, fueron alojados en su mayor parte en las viejas enfermerías [N.T: se llamaba así al lazareto marítimo de Marsella, en el que se recluían en cuarentena los viajeros sospechosos de tener enfermedades contagiosas. En el puerto gallego de A Coruña, por ejemplo, el Lazareto de Oza, accesible a los visitantes hoy día, tenía esa función hasta principios del siglo XX] y porque todos los días morían algunos, y aprehensivos de que aquello no fuese la peste [ N.T: Marsella, por sus relaciones comerciales con el resto de puertos del Mediterráneo, particularmente del Este, había sufrido innumerables epidemias de peste desde la Edad Media] se resolvió el despedirlos; se alquilaron varios bajeles que los llevaron a Bonne [N.T: actualmente Annaba en el Noreste de Argelia], a Tabarka [N.T: isla al Noroeste de Túnez] y otros puertos de Berbería" "Historia de la ciudad de Marsella..." por el Sr. Antoine de Ruffi, Marsella, 1696, lib. IX, Nº 46, t. I, págs. 454, 455 ); pero aquellos que partieron del puerto de Brescou, cerca de Agde, fueron tan maltratados y robados no lejos de Porto Farina [N.T: actualmente Ghar el Melh, Túnez], por los  franceses que los conducían, que este acto excitó una indignación general ( "La continuación del Mercurio Francés, 1610, fol. 9).

    He aquí, por lo demás, los hechos, tal como los refiere d'Aigrefeuille, cuyas palabras conservamos:
    
    "Entre el gran número de refugiados que entraron en nuestra provincia, aquellos que no pudieron o que no quisieron detenerse aquí, tomaron la resolución de embarcarse en nuestras costas para pasar a Argel, donde hicieron a los suyos un recibimiento más favorable que en Fez y Marruecos: Todas las barcas que se encontraban en nuestros puertos fueron empleadas por orden del Rey en este tránsito. Dos patronos de Agde (llamados los Antorons, padre e hijo) habían hecho ya dos viajes para transportar a los Moriscos, cuando en el tercero, que era más rentable por la riqueza de los pasajeros, planearon despojarlos en su trayecto: Para este efecto, llegaron a una isla desierta, donde los persuadieron a desembarcar para descansar un poco, pero apenas comenzaron a hacerlo, los marineros reentraron en su barca y zarparon, llevándose todos los bienes de estes pobres infortunados, yendo a recorrer diferentes puertos lejanos, para no volver a Agde sino después del tiempo empleado ordinariamente en ese trayecto. Luego de llegados, dijeron que los de Argelia los quisieron asesinar, habiendo sido constreñidos a volver sin tomar ningún certificado del desembarco.
 
       " Sin embargo, la Justicia Divina, que es quien preside el
castigo de los crímenes, permitió que bajeles de Constantinopla pasaran cerca de la isla desierta y que atraídos por los fuegos que los Moriscos habían encendido para llamarlos en su socorro, enviasen una chalupa para saber qué era aquello: Luego de saber su desdichada suerte, los llevaron a Argel de donde algunos partieron a Agde, planteando su denuncia contra los Antorons, que fueron conducidos a Montpellier, donde el proceso fue instruído, fueron condenados a morir en la rueda "etc., [N.T: Según el "Recopilatorio de las viejas leyes francesas desde el 420 al 1789", Francisco I había emitido el siguiente decreto: "Hacemos saber que como antes de ahora varios edictos han sido hechos tanto por nosotros como por nuestros antepasados contra aquellos que por malvado espíritu, dañada y miserable voluntad, se mezclan a menudo en insidias y agresiones conspiradas y maquinadas, para saquear y atracar a los que van y vienen a las poblaciones y lugares de nuestro reino, país, tierra y señoríos, emboscándose para  acecharlos a las entradas y salidas de dichas poblaciones, atracarlos y robarlos, de los que algunos son muy a menudo por ellos muertos y asesinados inhumanamente, y otros heridos y fuertemente dañados en sus personas...Hemos por edicto perpetuo e irrevocable estatuido, querido y ordenado ...Que todos aquellos que de ahora en adelante sean encontrados culpables de dichos delitos, crímenes y maleficios ...sean punidos de la siguiente manera: que es a saber, los brazos les sean rotos y aplastados en dos partes, tanto arriba como abajo, junto con los riñones, piernas y pies y puestos sobre una rueda en alto, hincada y elevada con la cara hacia arriba, donde permanecerán vivos para ahí hacer penitencia tanto como quiera nuestro Señor...y muertos hasta que ordene la justicia...". Este suplicio, ya conocido antes de Cristo, era el llamado de la rueda y se aplicaba a los asaltantes de viajeros tanto en tierra como en mar, así como a los convictos de rebelión, asesinos en serie, y otros]).

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