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CAPÍTULO VII, VAQUEIROS DE ALZADA



La suerte de los Vaquéros de alzada [N.T: En realidad Vaqueiros de alzada. La confusión del autor puede indicar que las personas con quienes trató en España, empleaban el término "vaqueiros" castellanizado, que no es la forma en que lo dicen los propios lugareños, lo cual, en toda esta obra, es algo que el autor respeta. Así que, probablemente no se hicieron contactos con auténticos vaqueiros y se hablaba, por lo tanto, de oídas], en la provincia de Asturias, no es tan triste y su origen es más incierto. Los escritores  del país no dicen nada de esta casta, y no tengo constancia de que el trabajo anunciado por Don Miguel de Lardizábal haya aparecido jamás ( "Nada dicen de ellos los escritores de su país; pero un hijo de él , sugeto ilustre por su nacimiento, por su empleo, y por su instrucción, practicó personalmente sobre el mismo terreno exquisitas diligencias, para averiguar lo que hay en el asunto, y publicar lo que su buena crítica deduxese de ellas, y habiéndose por casualidad encontrado con otro que trabajaba al mismo intento, le ha cedido sus materiales para que juntándolos à los que el tenga recogidos, forme una memoria que veremos algún día". Apología por los agotes, p. 20, 21.
   Durante mi estancia en Madrid, me puse en contacto con un sabio asturiano, Don Rafael González Llanos, natural de Oviedo, que me prometió hacer todas las investigaciones posibles para descubrir alguna cosa relativa a los Vaquéros. Seis meses después , Don Miguel Salvá me escribió en fecha de 1 de Marzo de 1845: "Vino a verme el señor G. Llanos y me dijo que es imposible recoger bastantes noticias para formar una memoria sobre los Vaquéros; que había escrito a sus amigos, y que no le dan suficientes datos para tratar el asunto como conviene; que no se encuentran documentos sino tradiciones; y que à pesar de que los Vaquéros han gemido bajo el peso de las preocupaciones populares , puede V. sin embargo asegurar que siempre han disfrutado de los mismos derechos civiles que los demás ciudadanos"). Es a la apología de este autor que debo los pocos detalles que voy a dar relativos a estes cagots de Asturias.

    Las opiniones son diversas en cuanto al origen de los Vaquéros de alzada: Unos les hacen descender de los Moriscos que fueron expulsados de España en el siglo XVII, otros de algunos esclavos romanos fugitivos que fueron a refugiarse en ese país; pero estas conjeturas son poco fundadas, y, según toda apariencia, los Vaquéros salieron del mismo tronco que los otros asturianos. No obstante eso, como el pueblo no mira atentamente esos detalles, les han quedado de ese prejuicio ciertas impresiones, ciertas suposiciones; y sea por que obedezca a su influencia , sea a consecuencia de su manera de vivir y la misma ubicación de los Vaquéros, están, ellos y él, separados por un sentimiento que en uno es de desprecio y en los otros de odio. Sus poblados, poco considerables, separados los unos de los otros y conocidos bajo el nombre de "Brañas", están situados en las montañas de Asturias defendidos por otras más elevadas. Se ocupan únicamente de la crianza y venta de sus rebaños, y cada año abandonan sus cabañas para ir a las montañas más altas de León, donde moran desde mediados de Julio a finales de Septiembre o comienzos de Octubre, probablemente para aprovechar los mejores pastos y dejar descansar sus tierras. Como traficantes son más astutos que aquellos que se ocupan sólo de la agricultura; al mismo tiempo aparecen más dispuestos a la superchería y el fraude, vicios que surgen de la codicia de la que los comerciantes de profesión raramente están exentos. De ello resulta que los otros asturianos los miren con desprecio y en retorno los Vaquéros les aborrezcan. Unos y otros evitan tanto como pueden relacionarse, sobre todo con parentesco; y si, a pesar de eso, el interés o un amor violento los lleva a contraer algún matrimonio, no tiene jamás lugar sin escándalo y sin que la familia del asturiano deje de manifestar su disgusto y reprobación. Los Vaquéros dan más dinero a Roma que todo el Principado; porque poco numerosos como son y aliándose entre ellos, lo hacen continuamente con un pariente y ello requiere una dispensa. Todos son plebeyos, a excepción de una familia, mezclada desde hace más de medio siglo con otras y que obtuvo las cartas de nobleza (Executoria de hidalguía ) en la cancillería de Valladolid.  Están, en la iglesia, separados del resto de la población por un listón de madera fijado en el piso y relegados a la parte inferior, mientras que en la interna la ocupan los otros fieles (Esta separación ya no es general: hay concejos donde ya no existe).



Fin del capítulo VII


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