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Origen de los cagots según el autor




    Sesenta y dos años después, en 1291, había en Toulouse un judío o marrano (cristiano de origen judío) elegido cónsul o alcalde de la villa; pero bajo la representación del síndico que recordó las prohibiciones canónicas y los viejos decretos, la elección fue anulada en el parlamento (Historia General del Languedoc, lib. 28, c. 20, t VI, p. 71 y en pruebas, col. 8 y 9 .- Los Judíos en la Edad Media, por G. B.  Depping. París , 1834; p. 112, 113).

    Se ve por ahí lo que hizo pensar en los elogios que, el siglo precedente, San Bernardo [N. T: San Bernardo de Claraval, promotor principal de la orden del Císter, defensor e impulsor de la orden del Temple  y firme defensor de la revocación de Anacleto II como papa por su lejano origen judío ] dirigió a los Tolosanos, con informaciones probablemente erróneas ("Ad Tolosanos, post reditum suum. Epistola CCXLII (Sancti Bernardi Opera, ed. D. J. Mabillon, vol. I, París, 1719, p. 239, año de Cristo 1147) Esta epístola comienza así: " Sentí gran alegría cuando mi querido hermano y coabad B. de Grandselve vino para relatarme la constancia y sinceridad de vuestra fe en Dios, vuestro vivo afecto hacia mi y vuestro celo y  odio contra los heréticos, " etc.).

    En Marsella , como hemos dicho, los Judíos eran objeto de una gran tolerancia. Cuando en 1219 la villa hizo su acuerdo con el obispo , al respecto de las franquicias municipales  de la zona de Marsella sujeta a la jurisdicción episcopal, los Judíos y los Sarracenos domiciliados en esta zona fueron equiparados a los burgueses; se estipuló que los cristianos, judíos y sarracenos tenían la facultad de ir, venir, traficar y morar como quisieran (Pacta Episcopi Massiliensis, A. D. 1219, siguiendo a los "Statuta Massi.", manuscritos de la Biblioteca del rey nº 4660 b); por todo censo , ellos no pagaban al obispo más que dos lampreas. Estas dos naciones extranjeras estaban igualmente comprendidas  en el trato que tuvo lugar en 1257 entre Marsella y el duque de Anjou, conde de Provenza. Los marselleses estipularon para los judíos y sarracenos las mismas condiciones que para ellos mismos (Capitulaciones del año 1257 . Ibídem): así, en las transacciones comerciales de esa época, los judíos se calificaban a sí mismos de ciudadanos de Marsella ("Crescanus de Biens, Judaeus, civis Massil., vendidit Johanni de Vapingo, civi Massil., unam faiciam orti. " Carta del año 1332, citada por du Cange [N.T: Diccionario de du Cange]  en la palabra "Faicia", t. III, col. 306 de su "Glosario", edición de 1733). Es verdad que este estado de cosas fue cambiado algunos años después; pero, en suma, hay que reconocer que el grado de tolerancia fue mayor en el Sud-Este de Francia que en el resto del país. Vemos una prueba más? Se encontrará en el romance de Gerardo de Vienne [N.T: Girard del Roselló en las obras catalanas de la época], que contiene un episodio que el Sr. Fauriel pudo citar con seguridad para demostrar el origen provenzal de este poema. Se ve en él, en efecto , en las relaciones de los paladines de la corte de Carlomagno con un judío, un reflejo de los moradores del Sur, de los que los del Norte diferían en esencia, bajo este punto de vista al menos, en los siglos doce y trece. El extracto que vamos a citar comienza en el momento en que Olivier, que debía combatir contra Roldán, se va a armar:


   Cuando el gentil conde debía armarse,
   vino un judío, Joachis;
   Tenía la barba blanca como flor de lis.
   Desde aquel día en que Pilatos fue atrapado,
   Por quienes Jesús fue puesto en la cruz
   (Pero después tomó venganza, se me dice,
   El rey Vespasiano el emperador gentil;
   Porque hizo prender, como recuerdan los escritos,
   Todos los judíos que estaban ese día
   En Jerusalén, la ciudad señorial.
   En la ciudad todos fueron muertos),
   Desde ese momento que os he dicho,
   Estaba en Vienne el judío Joachis.
   Rico hombre fue y de haberes lleno;
   Tanto daba a los barones del país,
   Que al lado de ellos siempre le dejaban estar.
   Vió a Olivier y le dijo:
   "Hermano Olivier, le dijo el judío,
   Acéptame una pequeña armadura;
   Carlos de Saint Denis
   No la tuvo nunca tan buena."
   Olivier le escuchó y lo observó,
   Sobre sus hábitos había puesto su brazo;
   Si creyera en Dios, le besara en la cara.
   Cortésmente le dice el conde gentil:
   "Dámela , Joachis, buen amigo.
   Si Dios, el rey del paraíso, quiere
   que de batalla vuelva sano y salvo,
   En ese día será bautizado tu hijo,
   Será caballero antes de ocho días cumplidos;
   Le regalaré armas y un buen caballo destrero,
   Así como gran parte de mi país."
   " No le place a Dios, le respondió Joachis,
   Que cristiano se vuelva mi hijo!
   Por el cuerpo de Cristo! más querría estar muerto
   Y que mi hijo fuese desollado vivo."
   Olivier ganas tuvo de reír
   Así como los barones, los condes y los marqueses.
   El buen judío tomó las armas y las llevó a Olivier
   Este Joachis no perdía el tiempo,
   Entrega las armas al barón Olivier.
   Sobre una mesa las expusieron.
   Un arzobispo las bendijo;
   bautizó las armas en el nombre de Dios,
   A causa de Joachis de la barba blanca
   Que tanto tiempo las guardara en su casa.


(El Romance de Fierabrás, Provenzal. Berlín, 1829, p. 32, col. 2).

   Si no me equivoco, este extracto contiene todos los elementos necesarios para apreciar la condición de los Judíos en el Sur y Sur-Este  en los siglos XII y XIII (Véase también las "Memorias para servir a la historia de los Judíos, desde su llegada a Provenza, hasta su expulsión" por P. Bougerel y en el tomo II de la "Continuación de las Memorias de la Literatura y de la Historia", de Salengre. París , 1730 , pág. 354-422. En cuanto a los Judíos del Languedoc, han dado al Sr. du Mége el sujeto para una larga nota, insertada entre las Adiciones y notas del libro XVII de la "Historia General del Languedoc", t. IV, p. 93-102). Joachim era rico; hacía regalos a los barones del país que le toleraban cotidianamente junto a ellos e incluso lo admitían en camaradería, al punto que el viejo israelita se creyó autorizado a dar el título de "hermano" a Olivier hijo de Renier, el poderoso conde de Génova. Lejos de corregirlo, el sobrino de Gerardo de Vienne se apoya sobre él , poco falta para que lo bese en la cara. Olivier habla con el judío, le trata de "buen amigo" y le promete para su hijo la caballería, las armas y un buen caballo destrero, así como una considerable porción de sus tierras, si se hace cristiano. "Más quisiera , dice Joachim, morir y que mi hijo fuese desollado vivo." Una respuesta tal hubiera encendido el coraje de un barón del Norte; sin embargo da ganas de reír al caballero septimano: tanto difieren las maneras de un lado a otro de Francia, sobre todo en lo que se refiere a la tolerancia religiosa!

   A riesgo de abusar de la paciencia del lector, citaré un último ejemplo tomado del romance alemán de Percival, cuyo original era, según  Wolfram d'Eschenbach, la obra de un romancista provenzal que el designa bajo el nombre de "Kyot" o "Guyot", nombre desconocido entre los de los trovadores. Un caballero cristiano, célebre en este romance, no tiene ningún escrúpulo para entrar al servicio del califa (Véanse las obras de Wolfram d'Eschenbach, publicadas por Lachman, p. 18-19; Percival, 13, 3-14-11)."Esta dulcificación del fogoso fanatismo que se ve en los romances de Carlomagno (dice a este propósito A.W. Schlegel), fue un efecto lento y gradual de las cruzadas. Luego de una larga lucha en la que los triunfos son parejos por una bravura igual de los contendientes, los enemigos siempre aprenden a estimarse mutuamente, cualquiera que sea la diferencia de religiones"  ("Revista de Debates", Nº del Martes 21 de Enero de 1834). Sin duda fue así en la historia de las Cruzadas, en los lugares mismos que fueron escenario de ello; pero la explicación del crítico alemán me parece poco apropiada para rendir cuenta de un detalle menor imaginado en Francia y destinado a ser leído por personas bien diferentes de aquellas que pudieron estar en donde sucedieron los acontecimientos de ultramar. Sin duda vale más recordar la declaración de Wolfram y dar fe al Sr. Fauriel ("Revista de los dos mundos", volumen 15, libro II ; p. 188): así se comprenderá fácilmente que un trovador provenzal no haya mostrado repugnancia a hacer entrar un caballero cristiano al servicio del califa.


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