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Estudios y conjeturas sobre los cagots 1800-1833

    Como se ve, Cambry no se arriesga a emitir una opinión sobre el origen de los caqueux. El académico español Traggia que, unos años después , escribía un artículo sobre los agotes de Navarra (Diccionario geográfico- histórico de España , por la Real Academia de la Historia, Madrid, 1802), se muestra igual de reservado , evita pronunciarse sobre la cuestión de la raza, limitándose a exponer su miserable estado y a informar que se los miraba comúnmente como descendientes de los albigenses refugiados y diseminados por las fronteras de los Pirineos hacia 1215: opinión que le parecía tan contestable como la etimología generalmente asignada al nombre de "Agote".

    En los tiempos en que escribió Traggia, es decir a comienzos del siglo XIX , no había nadie que hubiese hecho de las razas malditas el objeto de una obra particular. En 1810, el conde Henri Grégoire leyó al Instituto sus investigaciones sobre los oiseliers, los coliberts , los cagous, los gahets, los cagots y otras clases de hombres envilecidos por la opinión pública y por las leyes en diversas partes de Francia (El manuscrito de Grégoire, que nos fue comunicado por complacencia de M. H. Carnot, miembro de la cámara de diputados, su ejecutor testamentario, es un cuaderno de 67 páginas). Estas investigaciones quedaron inéditas en francés, pero , si hay que creer al Sr. Quérard (La Francia literaria t. 3 p. 465), habrían sido traducidas al alemán por el barón de Lindenau, e impresas. Hay , por otro lado, un extracto de las memorias del ex-obispo de Blois, en el informe sobre los trabajos de la clase de historia y literatura antiguas del instituto, hechas por Ginguené , uno de sus miembros, en su aparición pública, el Jueves 5 de Julio de 1810, e impreso en la revista enciclopédica del mismo año, tomo IV, Nº de Agosto, páginas 251 a 257. Grégoire no da sobre los parias franceses más que detalles conocidos de antemano, añadiendo (algo que jamás había leído en otro lugar) que "Sus mujeres, en su mayor parte, se ocupan en tejer lienzos". Luego de ocuparse de refutar sobre todo a Ramond, el ex-obispo, o más bien su abreviador Ginguené, termina así:
"De cualquiera parte o cualquier época que la lepra hubiese venido a Francia, parece que los cagots, como los cacous eran leprosos, en quienes la lepra se perpetuó más tiempo y con más obstinación que en todos los otros, lo que autorizó más largamente tanto las rigurosas medidas ejercidas contra quienes estuviesen afectados , como los prejuicios populares que acompañaban a los rigores de dichas medidas. Pero cuando finalmente la enfermedad que había servido a estas distinciones envilecedoras había desaparecido, la sangre de los gahets había sido reconocida tan pura como la de los otros hombres y ellos reentraron en el seno de la sociedad, " etc.

    Por la misma época( en 1801 si no me equivoco), un médico bearnés , tocando el estado de reprobación en que vivían todavía los cagots , intentó abrir los ojos de sus compatriotas sobre el absurdo y la injusticia de los prejuicios que obedecían ciegamente. Con este fin publicó un pequeño folletín (
Prejuicio vencido, o disertación de la lepra, por Minvielle de Accous, Pau) que sin duda fue impreso en gran número y distribuido por todo el país, pero del que no pudimos, luego de infinitos trabajos, recuperar más que un ejemplar, perteneciente al hijo pequeño del autor. No contiene nada de especial interés, no obstante, debido a su rareza, hablaremos de algunos detalles. Se divide en cinco capítulos. En el primero, sin título, se nos introduce en una villa al pie de los Pirineos, donde el autor ve pasar la procesión de un hombre joven, muerto en duelo. Interroga a un viejo que asistía a esta lúgubre ceremonia, el cual le conduce a su rústica morada, adonde no tardaron en llegar el cura, el médico y el maestro del pueblo .

 En el capítulo II, titulado "combate de Leandro e Isidoro" el viejo cuenta como Leandro, a punto de casarse con Hortense, se vió rechazado por Melidor, padre de la muchacha, cuando un rival, Isidoro, le hubo advertido que su futuro yerno era descendiente de la raza de los cagots, y como esta revelación llevó a un combate a bastonazos en el cual murió Isidoro.
    
     El capítulo III, titulado "Origen y progreso de la opinión sobre los cagots o leprosos", se extiende de la página 5 a la 10. El señor cura toma la palabra en él:
" Hace cuarenta años, dice este venerable pastor, que el cielo confió esta parroquia a mis cuidados. Cuando llegué a este sitio , las prevenciones contra los cagots estaban en el establecidas profundamente. Los que se vanagloriaban de no ser de esta raza evitaban con mucho cuidado toda alianza con ellos. A ellos nunca se les conferían cargos públicos, había un barrio habitado solamente por presuntos cagots y esta distinción se extendía hasta la Casa del Señor, donde había una pila de agua bendita y lugares separados para ellos. No dejaban de decirme, en cuanto tomaba su defensa, que ellos tenían las orejas cortas, que olían mal y que eran muy propensos a la lubricidad y a la cólera. He aquí lo que se les imputaba. Quise examinar la cosa más de cerca y comencé mis averiguaciones observando a esta gente. Pero no pude descubrir la menor diferencia, ni en sus cuerpos, ni en sus costumbres, ni en sus conciencias. Hice el examen de muy cerca porque tuve muchas veces criados de esta casta. La difunta Jeanne, que fue , como ustedes saben, mi gobernanta durante treinta años, no tenía nada de malo. Era dulce como un cordero, Dios le haya hecho misericordia".

     El cura retraza luego la historia de la lepra desde el comienzo del mundo hasta el reino de Luis XIV. El capítulo IV, que va de la página 10 a la 12 , tiene como título: " Descripción de la lepra". El médico habla de ello y dice, entre otras cosas:
"
Me conformaré con denotarles que llevé mis investigaciones de los leprosos tan lejos como me fue posible. No se puede resistir a la evidencia que resulta de mis investigaciones.    
    Los síntomas que denotan la lepra no se manifiestan, en estas regiones templadas, sobre ningún individuo, sea cual sea su estado o condición, además de que ninguna de las causas que la produce, sea por generación o por contagio, existe en ellas en absoluto. Donde no hay causas no puede haber efectos. La autopsia de los cadáveres es de gran utilidad para descubrir la causa de las enfermedades. La hice sobre un presunto leproso, con  todas las precauciones necesarias para obtener un resultado fructífero. Observé con cuidado todas las partes de su cuerpo sin encontrar en el ni manchas, ni decoloraciones, ni el más débil indicio que hiciese sospechar una posible enfermedad. Hay que vencer pues,  la inclinación a proscribir , en la opinión pública, luego de muchos siglos, los presuntos o verdaderos descendientes de nuestros conciudadanos que fueron afectados por una enfermedad pasajera.
"

    En el capítulo V , que va de la página 12 a la 16, y que se titula "Recapitulaciones y conclusiones", Minvielle hace, desde las primeras palabras, conocer de una manera más explícita el motivo por el cual compuso su folletín:
" Forzado ( dice el) a dejar a mis huéspedes en las cercanías de la noche, me propuse poner en su orden natural los testimonios que acababa de recibir. Los doy actualmente al público en toda su simplicidad. Están principalmente destinados a los habitantes de los Bajos Pirineos, donde parecen morar con más fuerza, y a preocupar el espíritu de los ciudadanos y de los campesinos".

     El "Prejuicio vencido" acaba con una alocución doble que el autor dirige a los habitantes generosos de los Pirineos y a los presuntos leprosos. Si esta llamada  fue oída, fue sin duda solamente por los habitantes de las ciudades , entre los cuales el progreso incesante de la civilización debía pronto traer la abolición del prejuicio combatido por Minvielle; en la gente del campo, iletrados en su mayoría, y , por otra parte, muy tenaces en sus ideas, no hizo ninguna mella el folletín que acabamos de analizar. En todo caso, su nulidad bajo el doble aspecto del fondo y de la forma, lo condenó justamente al olvido y destrucción en que estuvo luego. Pero continuemos pasando revista a los autores que han hablado de las razas de las que nosotros estamos haciendo la historia.

    Millin consagra cuatro páginas del 127º capítulo de su " Viaje a los departamentos del Mediodía de Francia" , a los cagots de los pirineos y los Gahets de la Guienne. Cita a Oihenart, F. de Belleforest, Paul Merula, Court de Gebelin, Pierre de Marca, el abad Venuti, Ramond y concluía así:

" No me parece posible decidir a día de hoy, qué calamidad, cuál derrota o cuál dispersión  pudieron conducir a una raza de hombres a tal grado de miseria y de degradación, pero tengo por mejor la opinión de que deben a los godos su origen y la etimología recogida por P. de Marca no me parece tan de desdeñar como se pensó."

    Como hemos visto , en vez de aclararse, el problema relativo al origen de los cagots se obscurecía cada vez más. Uno podría esperar encontrar, si no una solución , al menos nuevas observaciones en el tercer volumen del Diccionario de las Ciencias Médicas, que apareció en 1812; pero el artículo que M. Virey les consagró no enseña nada nuevo, no hace más que repetir los hechos y opiniones puestos en circulación por Court de Gebelin, F. de Belleforest, Ramond y Pierre de Marca, que son citados inexactamente  en este fragmento. El autor concluye de la manera siguiente:

 " Es presumible , según la mayoría de los autores y del senador Gregoire que se ocupó de esta investigación , que los cagots o gahets sean los descendientes de algunas de las hordas de bárbaros del Norte que emigraron a la Europa austral en el tercer y cuarto siglo" .

 Luego de este pasaje aparecen detalles sucintos de otras razas reprobadas , no solamente de Europa, sino del mundo entero, junto con algunas reflexiones filantrópicas sobre los cagots.

    En su " Descripción de los Pirineos", Dralet consagra la mayor parte de una nota a detallar las condiciones de los cagots en la antigüedad y aquellos de nuestros tiempos. " Los agotes o cagots , dice, viven igual, no difieren de los vascos de antiguo origen ni por el físico ni por las costumbres. No se les reconoce más que por la tradición, que indica que tal o cual familia es agote y que tal o cual individuo le pertenece."

    Más adelante, Dralet vuelve a los cagots, que confunde con los que tienen bocio, expresándose así:

" Los afectados de bocio, como otros observadores pensaron, serían los restos de un pueblo vencido, dispersados por todas partes y sujetos a los más duros trabajos? No lo creemos tampoco. La historia no nos enseña que , en ninguna nación, la esclavitud más horrible haya ocasionado la enfermedad como es la cuestión". Dralet continúa pretendiendo que los afectados de bocio eran muy comunes en los Pirineos, cuando las primeras tribus se establecieron allí; pero, dice, a medida que la población aumentó, las culturas se extendieron, los bosques fueron explotados y las aguas dirigidas, los habitantes conocieron la holgura y el mal disminuyó. " Los bociosos, añade, no eran más que las familias indigentes refugiadas en los lugares más malsanos y esta conjetura está tanto más fundada cuanto que los afectados de bocio de los valles de quienes hablé, todavía no tienen propiedades, siendo casi todos leñadores y carpinteros de obra."

 Dralet no duda que fueran circunstancias semejantes aquellas en que  las razas de cretinos de los Alpes, cafos en los Pirineos, marrons en Auverne, cacous o caqueux de Bretaña y  colibets del Aunis y de La Rochelle tuvieron su origen. Hace un cuadro de las precauciones tomadas antiguamente para impedir todo contacto entre cagots y  el resto de la gente; pero, fiel a su pensamiento, supone que era para parar los estragos del bocio. El autor acaba con reflexiones filantrópicas, a las cuales apoyamos con toda el alma, y expresando el deseo de formar una sociedad de beneficencia, ocupada en buscar la verdadera naturaleza del cretinismo al pie de las montañas,etc. Así como de hacer , entre otras cosas, la historia de los acontecimientos relativos a los desgraciados que padecen ese mal. Esta es, si no me equivoco, la tarea que voy a cumplir, en cuanto entremos en mis estudios.

    Antes de dejar a Dralet, me parece conveniente informar de una nota que se lee en el tomo 1º , p. 193, de su libro. Hela aquí:

 " Todavía hay antiguas iglesias en la cercanía de los Pirineos , donde se observa una puerta que estaba en otro tiempo destinada al uso de los cretinos. Sin embargo no se ven más gentes afectadas de bocio en los municipios donde se encuentran esas iglesias. Resulta evidentemente de este hecho que el mal desapareció a medida que los enfermos dejaron sus hogares y su género de vida mejoró".

   Permítaseme emitir una conclusión diferente sobre este hecho ( que no tengo ninguna razón para negar), y es que me parece más lógico creer que el bocio nunca fue la herencia exclusiva de los cagots, ni la causa de su proscripción. Si se relee los pasajes de F. de Belleforest, de Oihenart, de P. de Marca se verá que estos autores ni siquiera hicieron mención de ello.

    Si Dralet confunde a los cagots con los que tienen bocio, el abad Chaudon lo hace con los leprosos (Extracto del ensayo histórico sobre Mézin, por el Sr. abad Chaudon, boletín del museo de enseñanza pública de Burdeos, tomo XIII, 1815, Burdeos). Luego de haber consagrado más de dos páginas a la historia de esta enfermedad, habla de los cagots , a la cuenta de los cuales no añade nada nuevo, si no es por una información que usaremos más tarde. El artículo termina con dos parágrafos de los que el primero merece ser citado, porque, probablemente, el autor fue testigo ocular de los hechos que informa:

" Los cagots en los últimos tiempos son en general de una constitución sana y sus mujeres sobre todo, tienen rasgos regulares. Podríamos decir lo mismo de sus costumbres, nunca hay disputas entre ellos , ni con otros ciudadanos, quienes se dirigían preferentemente a ellos para las obras de albañilería y de carpintería (a las cuales ellos se consagraban casi en exclusividad), porque eran laboriosos en el trabajo y moderados en el precio del mismo."

    El Sr. Faget de Baure, que , tres años más tarde , publicaba sus " Ensayos sobre Béarn", también ubicó a los cagots entre los leprosos (París, 1818), en el mismo momento en que Garat (L'Hermite en Provenza, por M. de Jouy , tom. I , 1818) y J. M. J. Deville (Anales de Bigorra, 1818) se adhería a los que les consideraban como descendientes de los godos.
    
    Como sea, ninguno de los tres autores que acabamos de nombrar, parece haber conocido el memorial de Palassou sobre la constitución física de los cagots y el origen de esta casta ( Memorias para servir a la historia natural de los Pirineos y países adyacentes, Pau, 1815), que , sin discusión, es lo más importante y completo escrito sobre la materia. Se divide en cuatro capítulos, cuyos sumarios hacen conocer bastante bien el contenido. Helos aquí:

 " I. Los cretinos de los Pirineos injustamente reportados cagots, retrato de esta casta: Ninguna enfermedad propia de ellos. El lóbulo de la oreja no es en absoluto su carácter distintivo. II. Triste condición de los antiguos cagots. Su origen reportado por algunos autores  en la nación gótica. Observaciones contrarias a esta conjetura. III. Origen de los cagots atribuido por P.de Marca en los sarracenos. Observaciones relativas a esta opinión. IV. Persecución contra los cagots con el pretexto de ser leprosos: no son leprosos en absoluto. Pruebas fundadas sobre escrituras públicas, protección de las leyes a esta casta".

Palassou acaba así:

"
CONCLUSIÓN
 Es seguro, por las pruebas aportadas en esta memoria, que:

1º Los cagots no están afectados por enfermedad particular alguna.

2º Los cagots no difieren de otros habitantes ni en sus costumbres ni por su constitución física.

3º La pequeñez del lóbulo de la oreja no es, en absoluto, el carácter distintivo de esta casta.

4º No parece verosímil que tengan su origen en los visigodos ni en los pueblos del Norte que asolaron Novempopulanie 
[N.T: Región de los nueve pueblos, antiguo nombre de Aquitania ]
hacia el comienzo de la monarquía francesa.

5º No parece tan discutible que las probabilidades autoricen a pensar como M. de Marca, que los cagots provengan de los sarracenos deshechos por Carlos Martel en la memorable batalla de Tours.

6º Es evidente, luego de diversos exámenes hechos por médicos competentes, que no presentan rastro alguno de lepra, enfermedad que se suponía antes que tenían.
    
7º Es seguro además, que a pesar de los prejuicios populares, de los que los cagots fueron víctimas a menudo, que el gobierno no dejó de protegerlos, luego de mucho tiempo, así como de tratarlos a semejanza de los otros ciudadanos.
"

     No lejos de la época y lugares donde Palassou escribía su Memorial sobre los Pirineos, un refugiado español , que había tenido ocasión de observar a los cagots en varios lugares de Béarn, consagraba unas líneas a estos parias en una obra histórica sobre las naciones vascas (
Historia de las Naciones Bascas de una y otra parte del Pirineo Septentrional y costas del Mar Cantábrico. Escrita en español por D.J.A. de Zamacola, Auch, 1818). Tal como Palassou , al que cita de manera inexacta, él consideraba a los Gagotes o Hagotes ( así es como les llama indiferentemente, añadiendo que, a día de hoy, se les llama cagots por corrupción) como los descendientes de los musulmanes que , luego de la batalla de Tours en el 732, se habrían retirado y establecido en las montañas de Bearn. El autor esboza luego una breve historia de los cagots , no sin caer en los errores que estaban en curso en su tiempo, ni sin cometerlos nuevos. Es así como el dice que los cagots son llamados "gaffos" en el antiguo fuero de Navarra y "hagotes" en el de Vizcaya, y que recibieron el nombre de "cagots" durante los tiempos de las primeras guerras de religión; añade que en 1094 aquellos de los Pirineos tomaron el partido de Raymond, conde de Toulouse, y de Gastón II, vizconde de Bearn, que estaban a la cabeza de los albigenses.

    Luego de Palassou y J. A. de Zamacola, citaremos aún al Sr. d'Avezac Macaya, que señala a los árabes como los ancestros de los cagots ( Ensayos históricos sobre Bigorre, acompañados por observaciones críticas, comprobantes, reseñas cronológicas y genealógicas, etc.
Bagnéres, 1823), y Laboulinière , que esta vez comparte la opinión de P. de Marca y de Palassou, cuyo memorial ,dice, le fue comunicado antes de imprimir (Itinerario descriptivo y pintoresco de los altos Pirineos franceses, antaño territorios de Bearn, Bigorre , Cuatro Valles, Comminges y Alto Garoña, París, 1825). Sin embargo, para no parecer en absoluto desacuerdo con lo que decía en otra época, se expresa así en la página 78:
" Parece pues que los cagots , separados, aislados y confinados, descienden más bien de un pueblo a la vez sojuzgado por las armas y atacado, o eso se suponía, de una enfermedad contagiosa". Labouliniére, vuelve a hablar de los cagots en su tercer volumen, capítulo XII, en el artículo sobre el cretinismo.

    El Sr de Marchangy, no vacila en designar a los godos como el origen de los cagots:

 " Nadie duda, dice, que estos infortunados son los descendientes abastardados y degenerados de aquellos pueblos bárbaros que , en los primeros siglos, vinieron para emigrar y perderse en Occidente. Tenemos razones para creer , por ejemplo, que los coliberts del país de Aunis son los arrianos vencidos y dispersados por la espada de los reyes merovingios y que se designaban más particularmente bajo el nombre de "Taifaliens"...Los Gezitanos de la Bresse son probablemente sarracenos, las costumbres que conservan no permiten confundirlos. Los cagots de Bigorre y de Bearn parecen descender de los godos, cuyo poder abatió Clovis".

     Más adelante, el Sr. de Marchangy dice que los cagots, uniéndose siempre entre ellos, sintieron su sangre viciarse y corromperse gradualmente y que , a la larga, dieron origen a los cretinos y a los que tenían bocio (
Tristán el viajero, o la Francia del siglo XIV, París, 1825-1826 , seis volúmenes).

    Menos intrépido que el Sr. de Marchangy, el canónigo J. Mahé no se atreve a pronunciarse sobre el origen de los caqueux bretones, se limita a decir que:

 " pasaban por leprosos y por descender de los judíos, o de los godos, o de los sarracenos, o de los albigenses". Luego informa de lo que los historiadores de Bretaña habían dicho antes sobre estos desgraciados. Como muchos otros autores , los relaciona con los cagots pirenaicos " esta clase de hombres que se llaman en Bretaña cacous y en otras partes cagous, caqueux, cahets, capots y cagots... " ( Ensayo sobre las antigüedades del departamento de Morbihan, Vannes, 1825).

    El abogado Samazeuilh da pruebas de una idéntica reserva y se limita a informar que se cree a los cagots descendientes de moros y de la misma raza que los cretinos y los que tienen bocio de los Pirineos (
Memorias de los Pirineos, Agen , 1827). Más tarde, es cierto, se pronunció a favor de la opinión de P. de Marca (Historia de los condes de Armagnac); pero la manera en que motivó su decisión sólo puede hacer pensar que se acogió al primer partido que tomó. En efecto, además de no aportar ningún hecho nuevo en la discusión, comete varios errores cuya naturaleza es oscurecerla más. En suma, las diecisiete páginas que componen su nota sobre los capots o cagots, no valen el tiempo que se pasaría leyéndolas, sobre todo para aquellos que conociesen la nota análoga del Sr. Michelet.

    En su obra sobre el Sudoeste y Sur de Francia , el Sr. du Mège no podía dispensar el hablar de los cagots, pero en vez de hacer nuevas investigaciones, se contenta con las de Palassou y de algunos autores que le precedieron; incluso repite sus errores ( en su obra, Palassou dijo que según Oihenart, se llamaba a los cagotes "velludos"  y el Sr. du Mège repite esta aserción sin examen). Sin embargo rechazó la opinión de este sabio, por no tener en su favor grandes probabilidades, asegurando que:

 " Ninguna circunstancia histórica impediría ver en los cagots o " perros godos" de las familias agotes de Labour, de la Soule y del Béarn, así como de los capots del Armagnac, los restos detestados de esos visigodos que dominaron en todas las comarcas limítrofes de los Pirineos y que tuvieron durante mucho tiempo a España bajo su yugo"
 ( Estadística general de los departamentos pirenaicos, etc. París, 1829 ; Historia general de Languedoc)

    En 1832 , el actual secretario de la diputación de Navarra D. José Yanguas y Miranda , publicó su compendio de la historia de esa provincia, en el cual busca el origen de los cagots  (
Historia compendiada del Reino de Navarra, San Sebastián, 1832). A imitación de Faget y Baure, a quienes cita, confunde a los cagots con los leprosos y cree que esta casta maldita proviene de esos infortunados. En otra obra, que apareció unos años después , D. José sostiene la misma tesis, haciendo preceder esta parte de su trabajo del análisis de las piezas relativas a los cagots que se conservan en los archivos de la Cámara de Cuentas de Pamplona. Según este autor, los agotes de Navarra no son otra cosa que los cagots de Bearn, cuyo nombre fue alterado un poco, y que la ordenanza de Felipe el Largo, librada contra los leprosos en 1217, rechazó del primero de éstos países (Diccionario de antigüedades del Reino de Navarra, Pamplona, 1840).

    El mismo año de 1832, el doctor León Marchant dice unas palabras sobre los cagots (Investigaciones de la acción terapéutica de las aguas minerales, etc.
París, 1832); pero sólo para confundirlos con los cretinos y los que tienen bocio.

    Cuatro corrientes principales se repartían las opiniones respecto a los cagots, cuando, el año de 1833 vió nacer una quinta, hacia la que el nombre de su autor debió atraer necesariamente la atención. En una carta (carta sobre los valdenses, los cagots y los primitivos chrètiens de Nuevos Anales de Viajes, año 15 (Abril, Mayo y Junio de 1833)  escrita desde los Pirineos a MM. los redactores de los Anales de Viajes, el Sr. C. A. W. (Walckenaer), opina que los cagots descienden de los galos cristianos de Novempopulanie, que fueron los primeros en recibir el evangelio , hacia mediados del siglo III y que formaron una casta separada , perseguida y despreciada por la generalidad de los habitantes de esta parte de la Galia apegados a su culto. El sabio añade :
"
Cuando la religión cristiana , luego de ser abrazada por los emperadores, se hizo la de todo el imperio; cuando las provincias, a imitación de la capital y del soberano, abandonaron de pronto el antiguo culto, tomando el nuevo y este fue reglamentado de manera uniforme y modificado de sus primeras instituciones, por la autoridad de los concilios y de los obispos, entonces los cristianos primitivos, los que en las provincias alejadas del centro del imperio habían abrazado la nueva religión antes de que fuera reconocida por el estado y los magistrados, pobres, ignorantes de lo que pasaba lejos de ellos, se negaron a someterse a las novedades que les fueron impuestas por orgullosos advenedizos, poco tiempo antes paganos, a los que destestaban como sus perseguidores y por quienes fueron aborrecidos.
    Lo que da, en mi opinión, un alto grado de probabilidad a mi conjetura es que los cagots eran designados por "christaas" o " chrétiens" en los más viejos documentos donde se hace mención de ellos. El nombre de "cagot"ha quedado también en nuestra lengua como término de desprecio para designar al que, en el ejercicio de la religión cristiana, se hace destacar por las pequeñeces de espíritu, las prácticas singulares o una devoción exagerada, lo que es una nueva prueba a favor de mi opinión
"

 [N. T: "cagot" en francés tiene la acepción de "mojigato" aún a día de hoy]


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