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Memorias de la guerra peninsular (XIII)

En el mes de Abril, los cuerpos del mariscal Victor, abandonaron momentáneamente sus acantonamientos en el Guadiana, entre Mérida y Medellín, y se desplazaron a las cercanías del Tajo y Alcántara a fin de reunirse con la división de Lapisse. Este cuerpo había emplazado inútilmente a Ciudad Rodrigo. El 14 de Mayo parte de los cuerpos del mariscal Victor fueron otra vez hacia Alcántara, cruzando el río luego de un leve enfrentamiento con las milicias portuguesas, el día siguiente hizo reconocimientos en la dirección de Castel Blanco, pero , viendo que 8000 ingleses y portugueses ocupaban Abrantes, dedujo que la expedición del mariscal Soult a Lisboa no había triunfado y se regresó. El mariscal Victor reunió entonces sus tropas en los alrededores de Trujillo, entre el Tajo y el Guadiana, para asegurar sus comunicaciones por el puente de Almaraz, cubrir Madrid y observar el ejército de Cuesta. El cuarto cuerpo del ejército, comandado por el general Sebastiani, permaneció en La Mancha luego de los hechos de Ciudad Real.

El 20 de Mayo los oficiales y suboficiales de 4to escuadrón de toda la caballería del ejército, recibieron órdenes del ministro de guerra de regresar a los grandes depósitos de sus regimientos para reformar nuevos escuadrones. Abandoné España debido a esa orden y fuí enviado, al arribar a Francia, contra los ingleses en las costas de Flandes. La expedición que habían enviado contra la flota y los astilleros de Antwerp falló, debido a la indecisión y lentitud de su general en jefe. Retorné a España al año siguiente.Luego que el mariscal Soult tuvo que abandonar Oporto y Portugal, el ejército inglés había pasado el Duero y había tomado las villas de Thomar y Abrantes, cerca del Tajo, preparándose para entrar en la Extremadura española por Coria y Plasencia. El mariscal Victor , cuyos soldados ocupaban las vecindades de Trujillo y Cáceres, temiendo que los ingleses se desplazasen hacia su retaguardia por la ribera derecha del Tajo, cruzó ese río a comienzos de Junio, y se retiró a Calzada y el 26 de Junio a Talavera de la Reina.

El 20 de Julio el ejército inglés, comandado por el general Arthur Wellesley, se reunió en Oropeza con el ejército español del general Cuesta. El ejército inglés constaba de 20.000 soldados ingleses y de 4.000 a 5.000 portugueses. El ejército del general Cuesta tenía cerca de 38.000 hombres. Otro ejército de 18.000 a 20.000 españoles, bajo el mando del general Venegas, se estaba preparando en La Mancha para colaborar con Wellesley y Cuesta.

Un cuerpo de vanguardia de portugueses y españoles comandado por el general inglés Wilson, fue ,a través de las montañas, a Escalona, adonde llegó el 23, para comunicarse con el ejército de Venegas que había avanzado desde Tembleque por Ocaña hacia Aranjuez y Valdemoro. El general Wilson y Venegas debían avanzar a Madrid y , con la ayuda de sus habitantes, esperaban adueñarse de él. Este movimiento pretendía, al parecer, forzar al rey José a ocuparse de la seguridad de la capital e impedir que concentrara sus diseminadas fuerzas. Los ejércitos anglo-españoles esperaban batir al francés en poco tiempo, o al menos expulsarlos de Madrid y todo el centro peninsular, forzándolos a atravesar las montañas y retirarse hacia Segovia.

El 22 de Julio, Los generales Cuesta y Wellesley avanzaron hacia Talavera. La caballería de Cuesta consiguió una ligera ventaja en esa villa sobre la caballería de la retaguardia francesa, que inmediatamente se retiró hacia el grueso de sus tropas. Este suceso aumentó al más alto grado las esperanzas de los españoles, deseosos de vengar su desastre en Medellín. Al atacar a los franceses, que imaginaban semi-vencidos por su movimiento de retirada, abandonaron a los ingleses en Talavera y avanzaron imprudentemente por El Bravo y Santa Olalla hacia Torrijos.

El mariscal Victor se retiró hacia Toledo, detrás del Guadarrama, donde se le unieron los cuerpos del general Sebastiani y los que había enviado el rey José desde Madrid , el 25. Todo el ejército francés del centro de España, que así reunido llegaba a los 47.000 hombres, partió el 26 hacia Talavera bajo el mando del rey José.

Casi todo el regimiento de dragones de Villa-Viciosa fue despedazado en el paso de Alcabón, cerca de Torrijos, por el décimo regimiento de húsares, que era parte de la vanguardia francesa y todo el ejército español de Cuesta se retiró precipitadamente hacia detrás del Alberche. El ejército francés pasó este río el día siguiente en la tarde, barrió los puestos de avanzada ingleses y llegó , a las cinco de la tarde, a tiro de cañón de los enemigos.

El ejército español se colocó en una posición juzgada inexpugnable, detrás de las viejas murallas y setos de los alrededores de Talavera. Su derecha estaba cubierta por el Tajo, su izquierda por el ala derecha de los ingleses cerca de un reducto construido sobre una colina. El terreno frente a las tropas anglo-españolas era desigual y cortado en varias partes por torrenteras formadas por las lluvias de invierno. Además, su posición estaba cubierta a lo largo por un barranco bastante empinado formado por el lecho de un torrente ya seco. El lado izquierdo de los ingleses estaba cubierto por un alto cerro que dominaba la mayor parte del campo de batalla y que estaba separado de de las prolongaciones de las cadenas montañosas de Castilla por un valle largo y profundo.

El cerro era así la clave de las posiciones enemigas y contra ese punto decisivo, un general hábil, con la rapidez de percepción que asegura la suerte de las batallas, debía dirigir, desde el primer momento, la mayor parte de los medios de ataque a fin de tomar posesión de él a viva fuerza o rodeándolo por el valle. Pero en el momento en que el rey José tenía que actuar, fue presa de unas dudas y vacilaciones funestas. Ensayó medidas a medias, dispuso de las tropas que comandaba en forma parcial y perdió siempre el tiempo y la oportunidad de vencer. El mariscal Jourdan era el segundo al mando, pero en la guerra de España había perdido el espíritu de patriotismo que lo había inspirado mientras peleaba en las planicies de Fleurus, por la independencia de Francia.

Los franceses comenzaron con un cañoneo y disparos de fusil directamente hacia delante desde su derecha y enviaron solamente un batallón con tiradores por el valle a ocupar el cerro alto a la izquierda de los ingleses, pensando que se retirarían. Este batallón tuvo un enfrentamiento contra tropas numerosas y fue forzado a retirarse. Una división de dragones que había sido enviada en reconocimiento hacia Talavera, encontró las avenidas de esa villa fuertemente atrincheradas con artillería y no pudo avanzar.

Cuando vino la noche los franceses intentaron otra vez tomar el cerro. Un regimiento de infanteria, seguido a cierta distancia por otros dos , atacó el extremo derecho del ala inglesa con ímpetu sin igual, llegó a la cima del cerro y tomó posesión de la misma, pero fue forzado prontamente a retirarse por los ataques de una división completa de los ingleses. en el momento en que estaba exhausta por el vigoroso esfuerzo que acababa de hacer. Uno de los dos regimientos destinados a apoyar este ataque se equivocó de dirección en medio del bosque en la oscuridad , el otro había sido impedido en su marcha por la dificultad de encontrar el paso en el barranco que cubría la posición enemiga.

Estos dos ataques sucesivos fallaron, a pesar del valor e intrepidez de las tropas, porque fueron intentados por tropas poco numerosas. Primero se había enviado un batallón y luego una división, cuando se debería haber enviado una buena parte del ejército. Estas tentativas fallidas indicaron a los ingleses los proyectos franceses para el día siguiente y les hicieron valorar la importancia y fuerza de la posición que ocupaban, la cual fortificaron con artillería durante la noche.

Salió el sol el día siguiente con los dos ejércitos ordenados en batalla y el cañoneo recomenzó. La acción que se iba a comenzar iba a decidir probablemente el destino de Portugal, que los ingleses habían tomado a su cargo, y quizás también el de la península entera. Los viejos soldados de los cuerpos primero y cuarto del ejército francés, acostumbrados luego de los años , a vencer en toda Europa y a ver siempre su ardor secundado por las hábiles combinaciones de sus jefes, esperaban con impaciencia la orden de combatir, y confiando en barrer todo lo que estaba enfrente a ellos con un simple esfuerzo combinado.

Una sola división de tres regimientos de infantería fue enviada por el valle, como se había hecho el día anterior , para asaltar la posición que habíamos tenido en nuestro poder por un instante la noche anterior. Esta división consiguió, luego de grandes pérdidas, tomar la cumbre del cerro y uno de sus regimientos avanzaba hacia las piezas de artillería enemiga, cuando su carga fue rechazada y la división entera obligada a retroceder. Los ingleses pensaron, por este nuevo ataque , que los franceses querían doblar su izquierda por el valle e hicieron descender sus cuerpos de caballería además de ubicar una división española en las laderas de las montañas de Castilla. Los franceses retornaron a sus posiciones originales, el cañoneo continuó por otra hora más y luego cesó gradualmente. El calor abrasador del mediodía forzó a los combatientes de ambos bandos a suspender el combate y a observar una especie de tregua, durante la cual fueron sacados los heridos del campo.

El rey José, habiendo al fin reconocido la posición del enemigo personalmente ordena, a las cuatro de la tarde, un ataque general contra el ejército inglés. Una división de dragones fue dejada en Talavera para observar a los españoles . Los cuerpos del general Sebastiani, marcharon contra el ala derecha inglesa, mientras las tres divisiones de infantería del general Victor, seguidas de gran cantidad de caballería se colocaron a su izquierda a fin de atacar el cerro por el valle. El rey José y el mariscal Jourdan se colocaron con la reserva, detrás de la cuarta división, los cañones y mosquetes no tardaron en hacerse oír.

El comandante de los ingleses, colocado en la altura que dominaba todo el campo de batalla, aparecía en cualquier punto que requería su presencia. Con una simple ojeada ubicaba a los varios cuerpos de su ejército y divisaba debajo de él los menores movimientos de los franceses, los veía ponerse en batalla , formar sus columnas de ataque, adivinaba sus proyectos de acuerdo a las disposiciones que tomaban y tenía así tiempo de prevenirlas y tomar las medidas oportunas de combate. La posición que ocupaba el ejército inglés, fuerte por su ubicación y de difícil acceso por el frente y los costados, era fácilmente accesible por detrás de su línea y permitía a las tropas moverse con celeridad a cualquier punto que pudiera ser amenazado.

Los franceses tenían un barranco que cruzar antes de alcanzar al enemigo, tenían que avanzar a través de un terreno desigual, áspero y recortado, lo cual les forzaba a romper su línea. Combatían contra las posiciones anteriormente fortificadas. La izquierda, oculta por el cerro mismo, no podía saber lo que hacía la derecha. Cada división del ejército combatió por separado con una bravura sin igual y hasta con habilidad, pero no había concierto en sus esfuerzos. Los franceses no estaban en esta ocasión comandados por un general en jefe cuya genialidad supiese contrarrestar las ventajas que la naturaleza del terreno les había negado a ellos y si le había dado al enemigo.

La división de Lapisse pasó el barranco en primer lugar, atacó el cerro atrincherado, lo escaló a pesar de las descargas de metralla que diezmaban sus filas a cada paso y fue repelido rápidamente, luego de haber perdido a su general y muchos oficiales y soldados. Al retirarse dejó al descubierto la derecha de la cuarta división, que fue presionada en el flanco por la artillería inglesa y forzada a retroceder momentáneamente. La izquierda del cuerpo del general Sebastiani llegó , bajo fuego intenso de artillería, al pié del reducto a la derecha de los ingleses y al centro del ejército combinado. Había avanzado demasiado y muy pronto, por lo que fue desbordada y rechazada por el cuerpo de la derecha de los ingleses reunidos a la izquierda de los españoles. Esta ala fue socorrida con celeridad y regresó al combate. En el centro el mariscal Victor se sumó a la división Lapisse al pie del cerro, renunciando a adueñarse de él. Los franceses buscaron entonces rodearlo por la izquierda o por la derecha . La división Villate avanzó en el valle y la división Ruffin, a su derecha siguió, el pié de la gran cadena de montañas de Castilla. La caballería, en segunda fila , se preparaba a desbordar por la planicie, atrás de los enemigos, tan pronto como la infantería hubiese abierto una brecha.

Los ingleses cargaron entonces contra las huestes francesas, al momento en que se ponían en movimiento, con dos regimientos de caballería. estes regimientos pasaron por el valle bajo fuego de varios batallones de infantería, entre las divisiones Villate y Ruffin y se arrojaron, con una impetuosidad sin igual, contra los regimientos de cazadores 10º y 26º. El décimo no pudo sostener esta carga, abrió sus filas, pero se reorganizó prontamente y el 23º de dragones ligeros, que estaba a la cabeza de la caballeria inglesa, fue casi totalmente destruido o hecho prisionero.

Una división del guardias del rey de Inglaterra, que formaban la primera línea a la izquierda y centro del ejército inglés, cargó y rechazó vigorosamente a los franceses al principio, pero una de sus brigadas se adelantó demasiado y fue combatida por el flanco por el fuego de artillería e infantería francés y , luego de sufrir grandes pérdidas, se retiró penosamente hacia atrás de la segunda línea. Los franceses se aprovecharon de esta ventaja y se movieron de nuevo hacia delante. Sólo se requería un último esfuerzo para ganar la planicie y combatir al enemigo en un terreno más igualado. Pero el rey José pensó que era muy tarde para avanzar con la reserva y el ataque fue pospuesto para el día siguiente. Vino la noche y el combate cesó por cansancio sin que ninguno de los bandos tuviese una ventaja clara sobre el otro, como para poder reclamar una victoria.

Los cuerpos de los mariscales Victor y Sebastiani se retiraron sucesivamente durante la noche hacia la reserva, dejando un puesto de avanzada de caballería en el campo de batalla para llevar a los heridos. Los ingleses, que esperaban un nuevo ataque en la mañana, quedaron atónitos cuando al día siguiente vieron que sus enemigos se habían retirado a su primera posición cerca del Alberche y habían abandonado 20 cañones. Los franceses tuvieron pérdidas de cerca de 10.000 hombres, los ingleses y españoles, de acuerdo a sus propios reportes, 6.616 hombres.

El rey José dejó la primera división en el Alberche y se desplazó con el cuarto cuerpo y la reserva para asistir a Toledo. La guarnición de dicha ciudad constaba de menos de 1500 hombres y estaba siendo sometida a un vivo ataque por parte de una división española del ejército del general Venegas, que se había adueñado , el 27 , de Aranjuez y de Valdemoro. Unos pocos dias antes, Madrid había estado a punto de de ser ocupada por los cuerpos de vanguardia del general inglés Wilson, que había avanzado desde Escalona a Navalcarnero. Los habitantes de la capital le habian abierto las puertas y se habían desplazado en masa y vestidos de fiesta a recibirlo , luego de haber forzado a tres batallones franceses que formaban la guarnición a encerrarse en el fuerte del Retiro. El rey José hizo entrar una división entera en Toledo y fue el 1º de Agosto a Illescas, donde tenía posibilidad de vigilar el ejército de Venegas, apoyar la primera división de su propio ejército en Alberche y contener si fuese necesario a los habitantes de Madrid.

Los ingleses no intentaron atacar al mariscal Victor, se retiraron el 3 de Agosto a Oropeza, dejando a los españoles en Talavera y los cuerpos del general Wilson en Escalona y, en la noche del 4 al 5 , los ejércitos combinados de ingleses y españoles pasaron rápidamente el Tajo por el puente de Arzobispo ante el acercamiento de los cuerpos de los mariscales Soult, Ney y Mortier, que estaban avanzando de Salamanca, por Puerto de Baños, Plasencia, y Naval Moral, poniéndose entre el ejército de los ingleses y el puente de Almaraz.

La vanguardia de los cuerpos del mariscal Mortier pasó el 8 de Agosto el Tajo vadeándolo mas arriba del puente de Arzobispo a la 1 de la tarde , durante el tiempo de la siesta. Sorprendió a una parte del ejército de Cuesta y se apoderó de sus cañones así como aquellos que los españoles habían emplazado para defender el puente. El 11, el ejército de Venegas fue derrotado en Almonacid en La Mancha por el general Sebastiani. El cuerpo hispano-portugués del general Wilson fue totalmente batido el 12 en las montañas de Baños por una parte del cuerpo del mariscal Ney que retrocedía hacia Salamanca.

La expedición del general S. A. Wellesley en Extremadura era al menos tan arriesgada como aquella que el general Moore había intentado a fines del año anterior contra los cuerpos del mariscal Soult en Saldaña. Los ejércitos ingleses y españoles hubiesen caido totalmente en manos de los franceses si los cuerpos de los mariscales Soult, Ney y Mortier hubiesen llegado un solo día antes a Extremadura. Pero el rey José no había osado disponer de estes cuerpos sin la autorización del emperador Napoleón. Envió el 22 la orden a Soult de concentrarse en Salamanca y marchar contra el ejército inglés. El mariscal Soult recibió esas órdenes el 27, salió el 28 y a pesar de su diligencia no pudo arribar a Placencia hasta el 3 de Agosto.

Los ejércitos ingleses y españoles permanecieron detrás del Tajo hasta el 20 de Agosto, ocupando Mesa de Ibor, Deleitosa y Jaraicejo al frente de Almaraz, donde el puente de botes había sido destruido por los españoles. Retrocedieron entonces al Guadiana y el ejército de S.A. Wellesley reentró en Portugal.

La invasión de los ingleses en Extremadura había forzado a los franceses a recurrir al socorro de los tres cuerpos destinados a guardar y observar las provincias del Norte de España a su ejército del centro. Dicha unión los había fortalecido sobremanera por estar concentrados. El gobierno español se obstinaba en actuar con grandes huestes. Un ejército de 55.000 hombres había sido reunido en La Mancha y había sido batido y disperso en Ocaña, el 10 de Noviembre, por el mariscal Mortier, con escasamente 24.000 hombres. No fue difícil para los franceses, derrotar a tropas reunidas con prisa, indisciplinadas y que, no sabiendo maniobrar, se estorbaban entre sí por el gran número de sus efectivos.

Después de la batalla de Ocaña, los franceses podían haber reensamblado de nuevo todas sus tropas disponibles y desplazarse rápidamente a Lisboa. Pero cruzaron Sierra Morena y sin un disparo pasaron casi toda Andalucía excepto la isla de León (San Fernando) y Cádiz. Extendiéndose hacia el Sur de España dieron a los ingleses tiempo de fortificar Portugal y formar las fuerzas militares de ese reino. Los franceses se tornaron débiles porque dispersaron sus tropas a fin de ocupar y organizar una gran extensión de país y los españoles pudieron librar por toda España el género de guerra que tanto había hecho sufrir a los franceses en Galicia, Norte de Portugal y Asturias.

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