Nota: Este hecho está documentado en informes españoles, ingleses y portugueses. He aquí el extracto de estos informes tal como se muestran en el registro anual de la historia de Europa, en Edimburgo, capítulo 23, pags. 567 a 570.
El 10 de Marzo , un grupo de portugueses, comandado por Alejandro Alberto de Serpa, cruzó el Miño y se unió en La Guardia a un grupo de paisanos españoles armados, reuniendo más o menos cuatro mil hombres. Don Joaquín Tenreiro, Mayorazgo de Galicia , se puso a su cabeza. Los curas conducían a los habitantes de sus parroquias, haciendo las funciones de oficiales. Este grupo de paisanos, así mandados, marcha hacia Vigo para sitiarlo. Esta villa está ubicada en los roquedos a la entrada de la bahía de su nombre.
El capitán Crawford, al mando de la fragata "Venus", estaba entonces en el puerto de Vigo y le escribió al capitán Kinley, que estaba en Vilagarcía, para decirle cuánto la presencia del buque de alta borda que mandaba podría contribuir al éxito de la empresa de los patriotas gallegos.
Entretanto, don Pablo Murillo, que se había distinguido antes en Extremadura, vino para examinar el estado del asedio. Supo que un refuerzo de mil ochocientos franceses estaba en Pontevedra, a cuatro leguas de Vigo. Murillo tomó inmediatamente medidas para poner en condiciones de defensa el puente San Paio, que está situado sobre un río que desemboca en la bahía de Vigo y que los franceses debían atravesar.
Murillo se hizo prestar por don Juan Antonio Gago , un habitante de Marin que estaba a la cabeza de una partida de quinientos paisanos, una pieza de a ocho; y pidió prestado de la ciudad de Redondela una pieza de 24 y dos de 18. Confió la defensa del puente a don Juan de O'Doherty, teniente de la marina española, que mandaba tres chalupas cañoneras. Mientras tanto un destacamento de tres mil soldados dispersos del ejército del Marqués de La Romana, capturó a los franceses que estaban en Pontevedra y tomó posesión de esta ciudad. Murillo se reunió con ellos y marcharon todos juntos a los muros de Vigo para colaborar en el cerco.
El comandante francés de la plaza, el jefe de escuadrón Chalot, había respondido a todos los apremios hechos por Tenreiro, que los reglamentos militares no permitían, en ningún caso, a las tropas de línea capitular ante civiles.
Habiendo llegado el capitán del buque de línea Kinley, el comandante francés fue de nuevo conminado a rendirse. Se entró en negociaciones y éstas duraron dos días enteros. Al tercer día, Murillo se unió a los sitiadores con las fuerzas que traía de Pontevedra, que se componían de reclutas nuevos y de soldados inválidos y retirados que acudieron en número de mil quinientos para ayudar a liberar su pais. El 27 de Marzo hubo un consejo de guerra en el cual Murillo fue nombrado comandante en jefe y donde se le confirió el grado de coronel para conformar al comandante de Vigo que había sido conminado por última vez a rendirse, con su petición de tratar con un oficial de rango igual o superior al suyo. Murillo, convertido en coronel, envía una conminación en toda regla al comandante francés para que se rindiese en el plazo de dos horas. El jefe de escuadrón Chalot respondió entonces que, antes de rendirse, debía consultar un consejo de guerra presidido por el, que los integrantes de dicho consejo estaban, por el momento, dispersos, y que exigía 24 horas para reunirlos. Murillo le hizo responder que la tregua sólo se prolongaría dos horas. Los franceses hicieron inútiles esfuerzos para prolongar el plazo del armisticio y, no pudiendo obtenerlo, demandaron que acordaban las condiciones siguientes:
Que saldrían de la plaza con armas y municiones, con todos sus equipajes y con honores de guerra; que serían transportados en dos navíos británicos a la fortaleza francesa más próxima, bajo la condición de no servir contra España o sus aliados hasta haber sido intercambiados o hasta que hubiese terminado la guerra. Que la plata perteneciente al gobierno francés y destinada al pago de las tropas del mariscal Soult quedaría en manos del pagador así como los registros de saldo de los regimientos. Finalmente que las tropas no depondrían las armas y no restituirían la plaza hasta el momento mismo de su embarque.
Murillo, acompañado de dos españoles, se desplazó con los parlamentarios franceses a bordo del buque de línea "Lively" para dar parte de ello al capitán Kinley. Todas las proposiciones de los franceses fueron rechazadas. Se les respondió que las hostilidades recomenzarían en una hora si no ratificaban el siguiente tratado: Que la guarnición se rendiría prisionera de guerra y depositaría las armas sobre el glacis de la plaza; que los oficiales conservarían sus espadas y que los españoles tomarían posesión del lugar en el mismo momento en que los franceses salieran.
Los parlamentarios franceses acordaron aceptar las condiciones; pero la hora que les había sido concedida para informar la ratificación, había pasado y los españoles comenzaron a dar el asalto a la ciudad entre las ocho y las nueve de la tarde. Los que, de entre ellos, tenían fusiles, hacían fuego sobre los franceses, mientras que otros se acercaban a las puertas de la ciudad para derribarlas.
Se distinguió particularmente un viejo ante la puerta de Gamboa, por la vivacidad con la que atacaba esta puerta a golpes de hacha y por la sangre fría con la que murió, luego de haber sido atravesado por una bala. Don Bernardo González, que comandaba el destacamento venido de Pontevedra, avanza, toma el hacha de las manos del viejo que acababa de ser abatido y continuó destrozando la puerta, a pesar de recibir tres heridas; una cuarta bala lo dejó sin poder sostenerse y hasta siete españoles fueron consecutivamente abatidos en ese mismo lugar.
Habiendo sido advertido Murillo que los franceses habían ratificado la capitulación, tuvo que hacerse oír, no sin bastante trabajo, para suspender el asalto. Al día siguiente , Murillo hacía sus preparativos para entrar en la plaza , cuando los habitantes de la pequeña ciudad de Porriño vinieron para advertirle que la guarnición francesa de Tui venía en socorro de la de Vigo. Murillo separó, tan subrepticiamente como pudo, un buen grupo de sus tropas para interceptar el refuerzo que venía de Tui y se presentó él mismo, ante los franceses que estaban en Vigo , para apresurarlos a embarcar, diciéndoles que temía no poder contener más tiempo la rabia de los paisanos. Los franceses lo creyeron , porque, además, al poco tiempo se produjo una descarga de fusilería en la ciudad. Era la guarnición de Tui, que habían esperado en vano la víspera y que llegaba en su socorro. Este destacamento quedó asombrado al llegar delante de Vigo y a punto de ser fulminado por el fuego que venía de una ciudad que todavía creía en poder de los franceses. Pronto fue cercado, derrotado y perseguido con tanto vigor que de cuatrocientos cincuenta hombres sólo se escaparon cincuenta. Setenta hombres de este destacamento se rindieron prisioneros y fueron conducidos al buque inglés.
La caja militar contenía ciento diecisiete mil francos y luego se descubrieron otros veinte mil. Estas dos cantidades fueron repartidas al ejército victorioso.
Jamás se había visto una mezcla tan singular de ejército, distinguíamos en medio de esta muchedumbre de marineros, soldados, campesinos etc. a Don Francisco Sanchez Villamartin, que comandaba el cuerpo de estudiantes de Salamanca; al abad de Valladary y al prior de los franciscanos, fray Andrés Vilagaloi.
Murillo envió un destacamento de sus fuerzas a ocupar Tui; el destacamento portugués re-cruzó el Miño y se atrincheró en Viana, fortificando el puente sobre el Lima, para defender esta ciudad contra los franceses del ejército del mariscal Soult, que podrían intentar ese camino en socorro de Tui y Vigo.
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